Rutas de mar en Gijón

Ruta de la Ñora/Senda del Cervigón y paseo marítimo de San Lorenzo: En el oriente gijonés, frente al imponente y clamoroso mar Cantábrico, se oculta tras una arboleda de eucaliptos la pequeña y hermosa playa de la Ñora, escondite para los amantes del mar, y punto de partida de la senda del Cervigón, acompañante del gran azul en el trayecto de descubrimiento de la costa asturiana.

Comenzando desde las arenas bañadas en el aroma cantábrico, se asciende el eucaliptal por escaleras forestales de madera, hermana de los árboles, hasta alcanzar el mirador que saluda al horizonte y desde el que descubriremos los primeros indicios de Gijón entra riscos y bruma. El camino continúa en descenso hasta la playa de Estaño, joya entre piedras de la verde corona del parque de La Providencia, ya próximo. Tras atravesar el arroyo que discurre y nutre las arenas, el camino vuelve a elevarse a la altura de los suaves acantilados de las playas de la Cagonera y el Serín, siempre dispuestos a recibir visitas.

Más adelante sobrevuelan aficionados al parapente entre las aves autóctonas, cubriendo por el aire la Colina del Cuervo, recorrida por las sombras de los aventureros alados que anuncian la extensa pradera de La Providencia, competencia del océano. Se encuentra a las puertas de la villa gijonesa, como demuestra el incremento de caminantes. El prado vela por la playa de Peñarrubia, refrescante refugio que ofrece descanso en su fuente.

El descenso continúa, no sin antes vislumbrar la casa de la librepensadora decimonónica Rosario Acuña, siempre oteando la puesta de sol, cálida y brillante. El Rinconín se asoma a los bordes de la ciudad, como un espíritu urbano en el entorno natural. Este paseo presenta pequeñas playas de guijarros como la de Cervigón, edén de cantos y conchas, mientras el trayecto continúa entre la algarabía acuciante de los gijoneses, presentados por el camping del lugar, y presidido por las esculturas y el arte simbólico de la tierra. La Lloca la estatua la madre del emigrante, observa con nostalgia y sugerente misterio a las mareas que acarician el paseo, y los deslumbrantes eslabones de hierro de Solidaridad compiten con el sol en los días de mayor resplandor.

Gijón ya está aquí, esperando tras el puente que cubre el Piles, dando la bienvenida. La senda se termina, pero el trayecto continúa, adentrándose en la villa marítima mientras el ritmo de las olas mueve a los transeúntes y baña los muros del paseo de blancura salada. La playa de San Lorenzo es la afamada protagonista, lugar de regocijo, y cuya visión anuncia el alma de la ciudad: El tradicional barrio de Cimadevilla espera al otro extremo del paseo de la playa.

El cerro de Santa Catalina se alza sobre el horizonte, impulsado por los vivos matices soleados de naranjas y amarillos de la capilla icónica de la ciudad, la iglesia de San Pedro. En un último ascenso, se abre a los vientos nuevos del día la extensa y exuberante pradera del cerro, coronada en su extremo septrentional por El elogio del horizonte, la escultura que saluda, espléndida, cada amanecer de la ciudad vivaz, joven e iluminada de la azulada costa asturiana.

El centro de Gijón germina a sus pies, como nuevos granos en la colorida arena, con aromas de mar y de la Sidra extendiéndose hacia poniente sobre los puertos deportivos de Fomento y Fomentín, sobre los que vela la orgullosa fuente de don Pelayo. La Gijón más festiva entre el jolgorio y el océano saluda entre calles llenas de juventud y progreso. Tras un trayecto de apenas 10 kilómetros por parajes de ensoñación entre mares y colinas, ha llegado a su fin la ruta de la Ñora, y nosotros te damos la bienvenida al espectáculo litoral de la ciudad de Gijón.